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domingo, 16 de marzo de 2025

LO QUE FUÉ EL PALACIO DE DÚRCAL

           EL PALACIO DE DÚRCAL

Palacete construido por el   primer Marqués  Márgena a mediados del siglo XIX. Era de estilo romántico  como el del Carmen de los Mártires en Granada, aunque había una mezcla de este estilo con elementos del clasicismo
griego y romano, una característica de la burguesía de ese siglo que intentaban emular y aparentar con sus títulos nobiliarios a la nobleza antigua.

El edificio estaba situado en el centro del pueblo y rodeado de bellos jardines  cubiertos de fuentes, columnas y estatuas de gran majestuosidad. Una gran piscina con una cueva que servía de vestuario para utilizarla y en un lateral las cuadras y cocheras para los coches de la época.

Alrededor de los jardines había una frondosa vega perteneciente a la finca que convertían el conjunto en un añorado conjunto artístico y a la vez ecológico.

Al morir el II Marqués de Márgena , Nicolás Bonel y Guzmán, que murió en Dúrcal sin  sucesión, en 1.894 el palacio pasó  a manos de la familia Echevarría poco después.

El Rey Alfonso XII pasó por el palacio en diferentes ocasiones, una de ellas el 13 de Enero de 1.885 cuando a raíz de los terremotos acaecidos en la zona a finales de 1.884 vino a interesarse por las victimas. De este hecho queda constancia en una placa conmemorativa.

EL 15 de agosto de 1.968 Rocío Dúrcal, cuando ya era famosa, fue  nombrada hija adoptiva del municipio y actuó en los jardines del Palacio dando un concierto. El público situado dentro de la  piscina y ella en la parte de arriba. Hubo algunos conciertos más y hasta un festival de flamenco en dicho recinto.

En la década de los 80 tenemos la desgracia  la generación de entonces de ser los que terminaron con esta obra de arte. El empuje especulativo de la construcción y la poca decisión de las autoridades y los vecinos dejaron que se destruyese para construir edificios y así pisos y bajos comerciales pasan a ocupar y sustituir jardines, fuentes y estatuas de tan hermoso lugar.

Los que tuvimos la suerte de visitarlo antes de su destrucción aún conservamos en nuestra retina los vestigios  de su belleza y sentimos una añoranza que duele por su perdida. 

Concha Valero